Algo ha fallado en nuestra sociedad para que tengamos este problema en pleno siglo XXI. Está claro que los programas de Educación Ambiental implantados en España a partir de la década de los 90 no han dado sus frutos. Por otro lado, las campañas de sensibilización han estado mal enfocadas desde el principio, abusando quizás en exceso de la información con mensajes apocalípticos… la sociedad ha percibido que ya no tiene nada que hacer y ha perdido toda esperanza.
La Educación Ambiental en España no se ha implantado de manera eficiente en los programas educativos, y ha estado enfocada a la realización de pequeños talleres en las aulas, casi siempre basados en el reciclaje de residuos, como si la protección del Medio Ambiente sólo dependiera del reciclaje. Para proteger la Naturaleza lo primero que hay que hacer es conocerla, y en los sistemas educativos actuales no se le da a la enseñanza de las ciencias naturales la importancia que precisa. Si a los niños no se les da un conocimiento adecuado del entorno natural, es imposible generar una sensibilización hacia su respeto y conservación.
Esta desafección por la Naturaleza nos viene de lejos. Nos remontamos a la España del siglo XIX, gobernada por un rey absolutista, Fernando VII, que era contrario a cualquier tipo de innovación intelectual. Era la España de las Guerras Carlistas y las rencillas entre absolutistas y liberales. En medio de aquel panorama, los pocos científicos españoles con cierto renombre internacional, hacían verdaderos esfuerzos por sacar a España del «anonimato científico», en una Europa en la que se lograron grandes avances científicos para la humanidad.
Mariano de la Paz Graells y otros muchos científicos españoles de aquella época, permanecen hoy en el más absoluto desconocimiento de la cultura general de los españoles. A Graells le debemos la institucionalización de las Ciencias Naturales en España. Tras él, la Biología en España tuvo sus primeros titulados universitarios. Al margen de sus logros para la ciencia y de su gestión en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Graells se preocupó especialmente por la formación de nuevos naturalistas, en quienes había depositado todas sus esperanzas para sacar a España del enorme atraso científico que veníamos arrastrando siglos atrás. «Sólo las ciencias difundirían las verdaderas luces y disiparían las densas tinieblas con las que esos monos metafísicos y petulantes han cubierto nuestro rucio país» (Graells, 1839).
Había que cambiar la mentalidad de nuestra sociedad, y en cierta medida Graells lo logró. Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, el naturalismo español vivió su particular «edad de oro», con grandes científicos como Laureano Pérez Arcas, Eduardo Hernández-Pacheco, Manuel Martínez de la Escalera, Blas Lázaro Ibiza, Ignacio Bolívar… hasta que llegó la Guerra Civil y volvimos de nuevo al retraso científico del que no hemos vuelto a salir.
Félix Rodríguez de la Fuente también fue consciente de este atraso, y logró cambiar la mentalidad de buena parte de nuestra sociedad a través de sus magníficos programas televisivos. Con su serie de documentales de «El Hombre y la Tierra», Félix mostró a la sociedad la enorme riqueza de nuestra biodiversidad, y su mensaje conservacionista llegó a todos los rincones del país. Pero su trágica desaparición en 1980 volvió a dejarnos «huérfanos» de un «padre mentor» que guíe los pasos de un «rucio» país como el nuestro.
Ahora, en pleno siglo XXI, nos sorprendemos cuando vemos nuestros campos, nuestros bosques, montañas, arroyos… repletos de basura. Nuestra sociedad sigue sin darle ningún valor a su patrimonio natural, a su biodiversidad, la mayor de Europa. Vivimos en un país que no conoce la verdadera riqueza de sus paisajes, de sus montañas, de sus bosques y de sus pueblos. Nuestra despoblación rural, una de las mayores de toda Europa, no es más que un reflejo de nuestra desafección por la naturaleza. ¿Cómo vamos a exigirle mayor sensibilización a un país que practica el furtivismo desde sus propias instituciones? A un país que alardea de «tradiciones» anacrónicas como la de los festejos taurinos. Un país donde la caza deportiva mueve millones de euros cada año. Donde se queman miles y miles de hectáreas de bosques intencionadamente.
Sólo hay dos maneras de combatir esto: Otorgándole a las Ciencias Naturales la verdadera dimensión que les corresponde en la enseñanza, e implantando desde las edades tempranas y de manera INTERDISCIPLINAR, un eficiente programa de Educación Ambiental en todos los sistemas educativos. Mientras esto no llegue a ser una realidad en nuestro país, solo nos queda «ir tirando» de la labor que desempeñan algunos «educadores ambientales» como pueden ser los padres sensibilizados, los profesores más implicados, algunos guías de montaña, algunas entidades conservacionistas, algunas empresas de Ecoturismo, y poco más.
En estos días estamos viendo por algunos medios la difusión de la campaña «Basuraleza», del proyecto «Libera: Naturaleza sin Basura». Se trata de una campaña de concienciación y movilización ciudadana organizada por la SEO BirdLife y Ecoembes, que cuenta con la colaboración de varias entidades conservacionistas y algunas empresas como Graellsia Ecoturismo.
Hay quienes ven en este tipo de campañas intereses ocultos por parte de la industria de los envases, a quien acusan de estar detrás de algún «plan conspiranoico» que ensucia nuestras ciudades y nuestra naturaleza. En este país somos muy dados a acusar a «terceros» de los grandes problemas del Medio Ambiente: La culpa de los incendios forestales es de la administración de los montes, que mantiene los bosques sin «limpiar»; la culpa del Cambio Climático es de los Estados Unidos y de China, que se empeñan en no firmar los tratados internacionales; la culpa de la deforestación en las selvas tropicales es de la industria alimentaria que me obliga a llenar mi cesta de la compra con productos que contienen grasa de palma; la culpa de la contaminación atmosférica es de la ineficiencia de la red de transporte público que me obliga a coger el coche a diario; la culpa de los daños del lobo es que hay muchos lobos en los montes; y cómo no, la culpa de los plásticos en la naturaleza es de la industria de los envases y de los supermercados que me obligan a comprar la fruta envasada. Parece que la culpa siempre es de «otros», yo como ciudadano tengo las manos atadas y no asumo ninguna responsabilidad. Ese es el gran error. Todos podemos hacer algo.
Nos guste o no el actual modelo de reciclaje en España, lo cierto es que esa botella de plástico hallada en un arroyo de montaña sólo ha podido llegar hasta allí a través de la mochila de algún montañero o senderista que no ha recibido una adecuada Educación Ambiental, y no hay que darle más vueltas. Ese es el verdadero problema al que nos enfrentamos, a una sociedad que sólo concibe la naturaleza como un espacio de recreo, sin tener la más mínima concienciación ni conocimiento de la debilidad de los ecosistemas que la sustentan (por no decir que no tiene civismo, que tampoco).
Todas estas campañas de concienciación ciudadana, por pequeñas e insignificantes que sean, tendrán implicaciones directas en el Medio Ambiente, y en la medida que contribuyan a sensibilizar a parte de nuestra sociedad de la verdadera dimensión del problema, siempre serán bienvenidas. Son pequeños gestos, pequeños pasos, pequeños «granitos de arena» que poco a poco se convertirán en una montaña. Lo que no podemos hacer, bajo ningún concepto, es seguir mirando hacia otro lado, o «tirar la toalla» perdiendo la esperanza. Siempre se pueden mejorar las cosas, por eso es muy importante que todos aportemos nuestro particular «granito de arena».