10 de octubre de 2024

Abatidas dos osas en España por disparos de la caza recreativa.

Hoy se ha vuelto a repetir, y no es la primera vez: Una osa abatida por un disparo en la Montaña Palentina, y otra en el Valle de Bardaji (Huesca), también por un disparo. Dos osos menos en un mismo día por culpa de esa actividad recreativa, dañina y peligrosa que es practicada por una minoría de la población.

A pesar de que las cifras de federados van cayendo en España año tras año, todavía se cuentan por cientos de miles las escopetas que entre los meses de octubre y febrero siembran de muerte nuestros montes, exterminando la vida de millones de animales, poniendo en riesgo la vida del resto de la población y perjudicando notablemente el desarrollo de otras actividades más respetuosas con la vida, como son el senderismo, el turismo rural o el ecoturismo. Por desgracia, la caza es una actividad anacrónica que todavía está protegida por las administraciones públicas, un insulto y una falta de respeto a nuestra seguridad, a la vida y a biodiversidad.

Millones de perdigones son sembrados cada año en los montes españoles con el único objetivo de matar.

La caza en España constituye un poderoso lobby con tentáculos en todos los ámbitos del poder: Ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones, consejerías… banqueros, políticos, grandes empresarios… hay cazadores hasta en los Consejos del Poder Judicial. Es más, todavía nos obligan a financiar esta barbarie, destinando dinero público para promocionar la caza. De hecho, en comunidades autónomas como Andalucía, Castilla La Mancha y Castilla y León, están introduciendo la caza en las escuelas, tratando de inculcar a los niños las supuestas «bondades» de semejante vergüenza nacional.

Llevamos siglos luchando por la supervivencia de las especies más emblemáticas de nuestra fauna, y todavía estamos viendo los primeros signos de recuperación de especies como el lince ibérico, el lobo ibérico o el oso pardo, que han sufrido como pocas el acoso de la caza en España. Algunas como el urogallo son por desgracia difícilmente recuperables. Deberíamos estar orgullosos de nuestra biodiversidad, la mayor de toda Europa y una de las más importantes del mundo. Es un «tesoro» que tendríamos que proteger con todos los recursos posibles, en vez de permitir que una panda de «psicópatas» anden por el monte jugando con sus armas.

He conocido y tratado durante años con muchos de los defensores de esta lacra, y por supuesto no me convence ninguno de sus «argumentos». Siempre les he ofrecido el mismo respeto que ofrezco a cualquier persona «del campo», pero partimos de la base de que para mi no hay absolutamente nada que justifique que alguien pueda divertirse con un arma. Pero cuando me sacan el mismo argumentario de siempre (que si la caza controla las especies, que si es necesaria para gestionar los espacios naturales, que si deja mucho dinero en los pueblos…), no hacen más que reafirmar el profundo desconocimiento sobre los ecosistemas, un insulto a la Biología. Digan lo que digan, la caza nunca será una actividad sostenible, siempre será dañina para la biodiversidad y, por supuesto, siempre será incompatible con la conservación. Cada año tenemos que lamentar episodios tan lamentables como el de hoy, donde dejamos de contar con dos hermosas osas que podrían haber quedado preñadas en cualquier momento. Que les pregunten a los centros de recuperación de fauna silvestre cuántos animales reciben cada año con algún disparo de estos «gestores», que les pregunten a los agentes forestales cuántos lazos y cepos se siguen encontrando en los montes, que les pregunten a los alcaldes cuántos furtivos hay sus pueblos, que les pregunten también a las familias de las víctimas de disparos «accidentales» de la caza (recordemos que cada año mueren en España más de cuarenta personas por disparos de caza), incluso a las familias de víctimas de la violencia machista (¿cuántas mujeres han muerto por disparos de escopeta?). Y todavía estoy esperando que alguien aporte un estudio científico riguroso y serio que me demuestre que la caza es necesaria.

El urogallo va a desaparecer por culpa de la caza. El lobo ibérico ha desaparecido por completo de Andalucía por culpa de la caza, y todavía se siguen matando lobos en Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León con el beneplácito de las administraciones públicas. Hemos puesto al lince ibérico y al oso pardo al borde de la extinción por culpa de la caza. Y no hablemos de las alteraciones y peligros que provocan los vallados cinegéticos, barreras infranqueables que impiden el libre movimiento de la fauna terrestre. O de las granjas cinegéticas, esas ganaderías que cada año crían a cientos de gamos, ciervos, jabalíes, muflones… para soltarlos en los cotos y darle divertimento a los cazadores. Pero cuando un jabalí cruza una carretera y provoca un accidente, o cuando alguien graba un vídeo con una familia de jabalíes paseando por las calles de la ciudad, sólo se escucha el «argumento» de siempre: Que hay mucha fauna «descontrolada».

Los beneficios ecosistémicos del Jabalí son incuestionables: Su actividad favorece la diseminación de las semillas, la descomposición de la materia orgánica y la oxigenación de los suelo.

Se le da voz a la «España Vaciada» hablando de la despoblación, de la dalta de servicios… Pero parace que nadie habla de la fauna y de la biodiversidad cuando es atacada sistemáticamente. Hablan del dinero que deja la caza en el mundo rural, pero no se acuerdan del que deja el turismo rural, el senderismo o el ecoturismo. A pesar de todo, no pierdo la esperanza de ver tarde o temprano que mi país cuida y respeta su biodiversidad, como lo hacen países como Costa Rica, Kenia, Uganda, Nueva Zelanda, Suiza, República Dominicana, Colombia… países que, como el nuestro, reciben cada año millones de turistas, solo que allí saben «vender» muy bien su biodiversidad, mientras que aquí seguimos creyendo que nuestro principal recurso son los garitos de sol y playa.

Miguel Ángel López Varona

Biólogo, Educador Ambiental y Guía de Montaña.

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